Por qué invertir

Invertir es destinar un dinero con la expectativa de conseguir un beneficio extra. Es decir, en vez de dejar el dinero parado en el banco, utilizarlo para comprar porciones de empresas (acciones) o prestarlo a gobiernos o empresas a cambio de un interés (bonos). En otras palabras, invertir es dejar que nuestro dinero trabaje para nosotros.

Sin embargo, las inversiones tienen muy mala fama en España. Algunas personas llegan incluso a comparar invertir con jugar a la ruleta con tus ahorros, sin tener en cuenta que hay muchos tipos de inversiones y niveles de riesgo. Esta mala opinión sobre la inversión se debe a varios factores:

  • Baja educación financiera. Muchas personas invierten en productos que ni siquiera entienden. De hecho, muchos contratan los productos de inversión que les recomienda el trabajador del banco. No se dan cuenta de que no están consultando a su asesor personal, sino a un comercial que seguramente recomiende el producto que mayor comisión le dé al banco por contratarlo.
  • Productos complejos. Ante esta incultura financiera de los ciudadanos, los bancos, lejos de ofrecer productos simples que estos puedan entender, ofrecen una diversa gama de productos de una alta complejidad. De esta manera, los bancos consiguen dar la sensación de que es necesario que nuestro dinero esté “en manos de expertos” y así hacerse imprescindibles.

Uno de los objetivos de esta guía es conseguir aumentar la educación financiera en nuestro país. Curiosamente, esperamos que eso sirva para que la gente contrate productos financieros más simples (y con menores comisiones).

El dinero no invertido va perdiendo valor

Imagina que vives en un país en el que no existiese el dinero en efectivo y que, cada año, en torno a un 2-3% del dinero que tienes ahorrado en el banco desapareciese de tu cuenta corriente. ¿No te indignaría tener cada vez menos dinero? ¿No tratarías de buscar otro sitio en el que tu dinero no disminuyese?

Pues siento decirte que vives en ese país (vivas donde vivas). Y lo peor es que pasa de una manera casi imperceptible, por lo que casi nadie parece darse cuenta.

El dinero que tenemos en la cuenta corriente cada vez tiene menos poder adquisitivo. Esto se debe a la inflación, que hace que cada año los precios de los productos sean un poco más caros. En España, la inflación media anual entre 1990 y 2020 (30 años) ha sido de un 2,67%. De un año para otro, la diferencia puede parecer insignificante (lo que el año pasado costaba 100 euros, ahora cuesta 102,67 euros). Sin embargo, en esos 30 años los precios se han duplicado, lo que ha provocado que el poder adquisitivo del dinero sea menos de la mitad. Por lo que el dinero que tanto te costó ahorrar ahora no vale ni la mitad de lo que valía antes.

Mucha gente no quiere invertir debido a que no quiere correr el riesgo de perder dinero. Sin embargo, no son conscientes de que, al no invertir, no es que corran el riesgo, es que están seguros de que lo perderán.

Por lo tanto, con la inversión no solo buscaremos conseguir que el dinero crezca, sino también que nuestros ahorros no pierdan valor año a año.

La importancia del interés compuesto

Imagina que un banco nos ofreciese la posibilidad de contratar un depósito con una rentabilidad anual del 5% (algo impensable hoy en día). Si invirtiésemos 10.000 euros, al cabo de un año tendríamos 10.500 euros, por lo que habríamos ganado 500 euros. Si el beneficio obtenido lo retirásemos del depósito cada año, todos los años invertiríamos 10.000 euros y cada año ganaríamos 500 euros. Al cabo de 40 años habríamos acumulado 30.000 euros (los 10.000 euros iniciales y 20.000 euros de beneficio, a razón de 500 euros al año). Esto es lo que se conoce como interés simple.

¿Qué pasaría si en vez de retirar el dinero ganado cada año lo dejásemos en el depósito invertido? Este sistema se conoce como interés compuesto. Al final del primer año tendríamos 10.500 euros, que volveríamos a invertir en su totalidad. Al final del segundo año tendríamos 11.025 euros (525 euros de beneficio). Esta diferencia de 25 euros respecto al año anterior se debe a que hemos invertido una cantidad ligeramente superior que el año anterior. Aunque esta diferencia puede parecer insignificante, indica que el dinero invertido irá creciendo cada año, por lo que el beneficio también. Si bien los primeros años la diferencia será apenas mínima, al cabo de 40 años provocará que hayamos acumulado 70.400 euros, más del doble que con el otro sistema. Por lo tanto, el beneficio obtenido será 60.400 euros, el triple que con interés simple.

Como se puede apreciar en el gráfico, cuanto mayor sea el tiempo de inversión, mayor será el poder del interés compuesto.

Veamos ahora otro ejemplo utilizando ese mismo hipotético depósito con un 5% de rentabilidad anual. Ahora, en vez de invertir una única cantidad inicial, se invierte 6.000 euros cada año (500 euros al mes) durante un periodo de 40 años.

Podemos ver que durante los primeros años el crecimiento de la cartera se debe, principalmente, a las aportaciones periódicas que se van realizando. Sin embargo, con el paso del tiempo los rendimientos de la inversión y el interés compuesto van tomando más importancia. Tanto es así, que son necesarios los 12 primeros años para que la cartera alcance los 100 mil euros, mientras que en los últimos 4 años la cartera crece en 123 mil euros.

La importancia de empezar a invertir pronto

Como hemos visto, el poder del interés compuesto aumenta según lo hace el tiempo que se está invertido. Por lo tanto, es importante empezar a invertir durante la juventud (o incluso antes) para poder hacerlo durante muchos años. Veamos un ejemplo:

  • Alicia empieza a invertir con 25 años. Cada año aporta 6.000 euros (500 euros al mes) en una inversión con un 5% de rentabilidad anual. Al cumplir 40 años deja de aportar más dinero, pero sigue con la inversión hasta que cumple 65 años.
  • Bruno empieza a invertir con 35 años, 10 años más tarde que Alicia. Él también aporta cada año 6.000 euros (500 euros al mes) a la misma inversión. En su caso, aporta esa cantidad todos los años hasta que cumple 65 años.

¿Quién habrá acumulado más dinero al llegar a los 65 años?

Alicia ha aportado dinero durante 15 años, mientras que Bruno ha estado haciéndolo durante 30 años, el doble de tiempo. Por lo tanto, Bruno habrá aportado el doble de dinero que Alicia. Sin embargo, al haber empezado antes, Alicia habrá acumulado más dinero (438 mil euros) que Bruno (399 mil euros).

La importancia de las bajas comisiones

Al contratar un producto de inversión normalmente hay que pagar algún tipo de comisión de mantenimiento. Estos gastos no son nada desdeñables, pues pueden suponer en torno a un 2% anual del dinero que haya invertido en la cartera.

Supongamos que se aportan 10.000 euros en una inversión con una rentabilidad del 5% anual. Por un lado, consideraremos el caso sin comisiones y, por otro, con una comisión del 2%, lo que provocará que el rendimiento de la inversión baje hasta un 3%.

El dinero final de la cartera es menos de la mitad al descontar las comisiones (33 mil euros frente a 70 mil euros) y el beneficio obtenido será casi una tercera parte (23 mil euros frente a 60 mil euros). Podemos ver que una comisión del 2% no significa que ganemos un 2% menos, sino que puede puede llegar a tener un fuerte impacto en la rentabilidad de la inversión a largo plazo.

En la siguiente gráfica se puede ver el impacto de una comisión del 1% en una cartera en la que se aporta dinero desde los 25 a los 65 años y se retira dinero a partir de ese momento.

Por lo tanto, es fundamental invertir en productos que tengan las menores comisiones posibles.

Inversión diversificada, a largo plazo y con bajas comisiones

En los ejemplos anteriores hemos considerado que la inversión realizada tenía todos los años el mismo rendimiento. Si bien esta simplificación nos ha servido para explicar los conceptos con mayor claridad, la mayoría de las inversiones tendrán un rendimiento distinto cada año.

En la siguiente gráfica podemos ver la rentabilidad histórica (descontando la inflación) de varios activos durante más de 200 años.

El gráfico está en escala logarítmica, por lo que la distancia en el eje vertical entre 10 y 100 es la misma que entre 100 y 1.000. Esto se debe a que en ambos casos esa diferencia supone que el valor de la cartera valga 10 veces más.
  • Acciones (“Stocks”). Es el activo que más rentabilidad ha dado en todo el periodo. Al estar el gráfico en escala logarítmica y abarcar un periodo tan largo, no se aprecia bien la volatilidad de este activo. Por ejemplo, durante las crisis de 1929 y de 2008 las acciones perdieron más de la mitad de su valor, pero en el gráfico apenas se aprecia.
  • Bonos y letras (“Bonds” y “Bills”). Al invertir en ellos, estaremos prestando dinero a empresas o gobiernos, recibiendo a cambio un interés por el préstamo. Su rentabilidad no es tan alta como la de las acciones (en algunos periodos no ha superado a la inflación), pero a cambio sí que tiene un comportamiento menos volátil.
  • Oro (“Gold”). Antiguamente las monedas de varios países eran convertibles en oro. Gran Bretaña abandonó el patrón oro en 1931, mientras que Estados Unidos hizo lo mismo en 1971. A partir de ese instante, el dólar y el oro toman caminos separados. Si bien parece que su valor no disminuye con la inflación (como sí le ocurre al dólar), su rentabilidad no es muy alta y sí que tiene una alta volatilidad. En una inversión el dinero se dedica a algo que aporta un beneficio, como pueden ser los intereses de un préstamo (bonos) o los beneficios que pueda tener una empresa (acciones). En esos casos se produce un crecimiento en el valor a largo plazo. Sin embargo, al especular se compra algo con la esperanza de que en el futuro su precio sea mayor, pero no se está generando ningún beneficio. Por lo tanto, al no generar ingresos, más que como un activo de inversión se podría considerar el oro como un instrumento de especulación.
  • Dólar (“Dollar”). Como hemos visto anteriormente, el dinero en efectivo (o en el banco) va perdiendo valor adquisitivo debido a la inflación. Hace 70 años un dólar tenía unas 20 veces mayor poder adquisitivo que ese mismo dólar en la actualidad.

Invertiremos en acciones y bonos, ya que son los activos que históricamente han tenido un crecimiento a largo plazo. Sin embargo, a corto plazo pueden tener una alta volatilidad, especialmente las acciones. Por lo tanto, enfocaremos nuestras inversiones a largo plazo (preferiblemente, al menos 10 años). En inversiones de menor tiempo la rentabilidad de la cartera puede tener mayores oscilaciones, por lo que reduciremos el peso de las acciones:

Mínima y máxima rentabilidad anual (descontando inflación) para distintos periodos de tiempo.

Las acciones serán el activo que dé una mayor rentabilidad a nuestra cartera de inversión, aunque también será el activo más volátil. Para reducir esta volatilidad lo máximo posible, se recomienda utilizar una cartera diversificada de acciones de diferentes países, sectores y tamaños.

Por otro lado, los bonos serán útiles para dar una mayor protección y estabilidad a la cartera. En otros artículos de la guía veremos cómo ajustar los porcentajes de acciones y bonos en nuestra cartera según el perfil de riesgo que queramos.

Por último, hemos visto cómo las comisiones pueden tener un efecto devastador en la rentabilidad de una inversión. Por lo tanto, invertiremos siempre en productos con las menores comisiones posibles.

Todas estas cualidades las podemos conseguir fácilmente utilizando fondos indexados.