Diseñar el plan de inversión

Una vez elegida la asignación de activos, la renta variable, la renta fija y el vehículo de inversión, solo nos falta poner en marcha nuestra cartera y dejar por escrito nuestro plan de inversión.

Fondo de emergencia

Una de las primeras preguntas que nos asaltan cuando hemos decidido comenzar nuestra cartera es cuánto de nuestro dinero invertir. Se recomienda no invertir todo nuestro dinero, sino dejar una parte fuera de la cartera que denominamos “fondo de emergencia”.

Este fondo nos permite tener dinero disponible para hacer frente a cualquier gasto o imprevisto que pueda ocurrir. Es decir, el objetivo del fondo de emergencia no es tanto buscar rentabilidad, sino tranquilidad. Por lo tanto, es importante que podamos hacer uso de este dinero en cualquier momento y que su valor no tenga apenas volatilidad. Estas características las poseen las cuentas corrientes (remuneradas o no) y los depósitos con cancelación anticipada (no todos los depósitos permiten disponer del dinero en cualquier momento).

Respecto al tamaño del fondo, se suele recomendar que incluya suficiente dinero como para hacer frente a los gastos de entre 6 meses y 2 años. El margen es muy amplio, ya que dependerá de la situación y las preferencias de cada inversor. En general, cuanto más incierto sea tu futuro, mayor debería ser tu fondo de emergencia. Es importante que sea lo suficientemente grande como para no tener que desinvertir cuando surjan imprevistos, pues cada vez que lo hacemos estamos vendiendo las primeras participaciones que compramos (criterio FIFO) y tendremos que pagar una mayor cantidad de impuestos (plusvalía) en su venta.

Pagar deuda o invertir

Si tienes deudas por pagar, quizás te estés preguntando si es mejor saldarlas antes de invertir. La respuesta dependerá del interés de la deuda, del rendimiento anual esperado de la inversión y de factores psicológicos.

Por un lado, si el interés de la deuda (supongamos un 10%) es mayor que el rendimiento anual esperado de la inversión (supongamos un 5%) lo mejor sería, sin duda, pagar la deuda antes de empezar a invertir. Por cada 1.000 euros de deuda, estaríamos pagando 100 euros al año de intereses. El doble de lo que esperamos obtener anualmente al invertir ese dinero.

Solo cuando el interés de la deuda sea inferior al rendimiento anual esperado de la inversión podríamos empezar a pensar en invertir sin haber pagado antes las deudas. Eso sí, hay que tener en cuenta varios factores:

  • Al retirar el dinero invertido tendremos que pagar impuestos por la plusvalía de las ganancias obtenidas, por lo que el rendimiento neto de la inversión será menor que la rentabilidad de la cartera.
  • La inversión no ofrece ninguna rentabilidad garantizada, por lo que tendríamos que ser capaces de afrontar nuestras deudas incluso si la inversión está teniendo una rentabilidad negativa. Hay que tener en cuenta que muchas crisis financieras coinciden con crisis sociales y laborales (crisis de 2008, coronavirus…), por lo que es más probable quedarse sin trabajo cuando la bolsa esté en un mal momento.

La respuesta, por tanto, dependerá del factor de riesgo que quiera asumir cada uno. En muchos casos, quizás solo tenga sentido priorizar invertir a amortizar la deuda cuando esta tenga un bajo interés (una hipoteca, por ejemplo). Como siempre, habrá que tomar una decisión que nos permita estar tranquilos y dormir por las noches.

Esta cuestión es similar a la que surge al plantearse si es mejor contraer una deuda o desinvertir parte de la cartera.

Invertir todo de golpe o poco a poco

Otra de las grandes preguntas a la hora de poner en marcha una cartera de inversión es si es mejor invertirlo todo de golpe (“lump sum” en inglés) o invertir todos los meses una cantidad fija durante un tiempo determinado (“DCA: Dollar Cost Averaging” en inglés).

Invertir todo de golpe presenta las siguientes ventajas:

  • Mayor rentabilidad. Al comparar la diferencia entre invertir todo de golpe o hacerlo mes a mes durante un año, la primera opción obtiene mejores rentabilidades en torno a un 67% de las veces. Además, si se alarga el periodo en el que se hacen aportaciones periódicas, será todavía menos rentable.
  • Mayor simplicidad. No hay que decidir cuántas aportaciones realizar ni estar pendiente de realizarlas.
  • El DCA también se acaba. Si se opta por aportar el dinero de forma mensual durante 6 o 12 meses, al cabo de ese tiempo la cartera estará expuesta al mismo riesgo que si se hubiese invertido todo de golpe.
  • Asignación de activos. Si un inversor no está cómodo con invertir todo de golpe es probable que sea porque la cartera por la que se ha decidido tenga más riesgo del que es capaz de asumir. Por lo tanto, sería recomendable que revisase su asignación de activos.

Por otro lado, los defensores de invertir poco a poco mediante aportes mensuales (DCA) defienden:

  • Solo se hace una vez. Si bien es más probable que invertir todo de golpe sea más rentable, no deja de ser una probabilidad.
  • Aversión a la pérdida. Psicológicamente, las pérdidas se sienten con el doble de intensidad que las ganancias. Por lo tanto, es importante elegir una estrategia que nos permita dormir bien por las noches, aunque eso suponga optar a un poco menos de rentabilidad.
  • Más seguridad durante las aportaciones. Si durante el periodo en el que se realizan las aportaciones, los mercados bursátiles suben, se ganará dinero (aunque menos que habiendo invertido de golpe). Si los mercados sufren una caída, aunque la cartera baje, las nuevas aportaciones permitirán comprar barato. Eso sí, una vez que acaben las aportaciones se estará igual de expuestos que invirtiendo de golpe.
  • El sistema anti-excusas. Muchas personas quieren invertir, pero nunca ven el momento: “ahora están muy altas las bolsas”, “ahora están en una caída”, “ahora están muy volátiles”, “ahora no, que en unos meses hay elecciones”, “he leído un artículo catastrofista”… Al final, pasan los años y nunca llega el momento. Si invierten de forma mensual durante un periodo largo, el momento en el que empiecen a hacerlo ya no es tan importante y pueden empezar a invertir ya mismo.
  • Mantener el rumbo. Si alguien se inicia en la inversión y sufre una fuerte caída de su cartera nada más empezar, es posible que retire todo el dinero invertido de su cartera, justo en el peor momento. Es mejor empezar poco a poco y sin forzar, aunque se pierda algo de rentabilidad, que correr el riesgo de entrar en pánico, retirar el dinero de la cartera (con pérdidas) y no volver a invertir.

Si bien invertir todo el dinero de golpe suele ser la opción más rentable, no hay que dejar de lado el factor psicológico. Un inversor siempre debe elegir la opción que, independientemente de lo que pase, le permita mantener el rumbo de la inversión y dormir bien por las noches.

Rebalanceo

Una vez creada la cartera con los porcentajes deseados, con el paso del tiempo estos porcentajes se irán poco a poco descuadrando, pues cada activo tendrá un comportamiento distinto. Este descuadre puede provocar que nuestra cartera no se ajuste al perfil de riesgo elegido, sobre todo cuando varían los porcentajes de renta fija y renta variable respecto a los originales. Por ello, habrá que rebalancear la cartera para ajustarla a los porcentajes deseados con el objetivo de mantener el perfil de riesgo de la cartera.

Si la renta variable de la cartera está elegida según la capitalización de los índices, los fondos de renta variable siempre estarán balanceados entre sí. Esto se debe a que el rendimiento de los fondos es proporcional a las variaciones en la capitalización de los índices que siguen. Es decir, si un fondo ha crecido un 10% será porque la capitalización del índice que sigue también habrá crecido un 10% (aproximadamente, pues hay que tener en cuenta los gastos del fondo y las pequeñas imprecisiones que tiene el fondo a la hora de seguir el índice). Por lo tanto, la mayoría de los rebalanceos se realizarán entre la renta fija y la renta variable.

Existen varios tipos de rebalanceo:

  • Mediante aportaciones periódicas. El dinero aportado irá a los fondos que estén más rezagados respecto a su porcentaje objetivo. De esta forma, la cartera se irá rebalanceando con cada aportación. Si bien en este método evitamos hacer traspasos entre los fondos, también presenta algunas limitaciones:
    • No se pueden programar las aportaciones, pues no siempre son a los mismos fondos ni con la misma proporción. Por lo tanto, habrá que realizar las aportaciones manualmente.
    • Si las aportaciones periódicas son pequeñas respecto al tamaño de la cartera, apenas conseguirán cambiar los porcentajes de cada fondo.
    • Si los porcentajes de los fondos cambian drásticamente en muy poco tiempo (tras una fuerte caída de la renta variable, por ejemplo), el dinero de las aportaciones seguramente no sea suficiente para rebalancear la cartera.
  • Mediante retiradas periódicas. De forma similar, si se está en fase de retirar el dinero de la inversión, este se retirará de los fondos que estén por encima del porcentaje deseado. Este método presenta las mismas ventajas e inconvenientes que el anterior.
  • Por calendario. Se ajustan los porcentajes cada cierto tiempo (una vez al año, por ejemplo). Algunos inversores optan por elegir la fecha de su cumpleaños, para así acordarse de cuándo rebalancear. Ese día, realizan un traspaso de los fondos que estén por encima del porcentaje deseado hacia los que estén por debajo. Lo bueno de este método es que permite al inversor programar las aportaciones periódicas y solo realizar un rebalanceo al año. Lo malo es que durante ese año los porcentajes han podido llegar a cambiar bastante.
  • Por bandas. En este método se revisa de forma periódica (una vez al mes, por ejemplo) si los fondos están más o menos cerca del porcentaje elegido. Solo cuando no lo están, se realiza entonces un rebalanceo. Este método obliga a estar pendiente de la cartera cada poco tiempo, si bien la mayoría de las veces no habrá que rebalancear. Una de las reglas más utilizadas es la conocida como 5/25:
    • Los activos con un peso mayor del 20% de la cartera son rebalanceados cuando se alejan más de un 5% de su porcentaje deseado. Por ejemplo, un activo con un porcentaje del 30% habrá que rebalancearlo cuando esté fuera de la banda entre 25% y 35%.
    • Por otro lado, los activos con un peso menor del 20% son rebalanceados cuando se alejan más de un cuarto de su valor del porcentaje deseado. Por ejemplo, un activo con un porcentaje del 10% habrá que rebalancearlo cuando esté fuera de la banda entre 7,5% y 12,5% (un cuarto de 10% es 2,5%).
  • Combinación de varias opciones. Se pueden combinar varios de los métodos listados arriba. Por ejemplo, se pueden utilizar las aportaciones mensuales para aportar dinero a los fondos más rezagados. Si, a pesar de eso, algún fondo sigue fuera de las bandas fijadas, entonces hacer traspasos entre los fondos.

Es importante rebalancear la cartera para que esta se ajuste al perfil de riesgo deseado. El método a utilizar parece no ser tan importante, pues algunos estudios concluyen que la rentabilidad de la cartera será muy similar independientemente del tipo y frecuencia de rebalanceo. Por lo tanto, se recomienda utilizar el método que le resulte más simple y útil a cada inversor.

Pon por escrito tu plan de inversión

Las decisiones de inversión siempre hay que tomarlas antes de invertir, no sobre la marcha. Por eso, es importante poner por escrito el plan que vas a seguir (si se va a invertir todo de golpe, con qué asignación de activos, cómo y cada cuánto hacer las aportaciones periódicas, cómo se va a rebalancear la cartera, qué hacer si la bolsa baja…), ya que te ayudará a aclarar tus ideas y a seguir el rumbo.